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2-Y el yo se hizo carne

La materia de la que están hechos los sueños

 

¿Qué es una mente? ¿De qué material está hecha? ¿Pesa? ¿Ocupa espacio? De entre todas las cosas que existen en nuestro universo las mentes son probablemente las más extrañas. Son tan extrañas que se nos podría ocurrir que si existiera un universo sin mentes probablemente nadie en ese universo sería capaz de creer que algo así pudiera existir. Obviamente, se trata de una ocurrencia totalmente absurda, puesto que en un universo sin mentes no habría nadie con quien intercambiar opiniones.

El problema que ocupa este capítulo es un viejo problema filosófico llamado Problema Mente-Cuerpo. La mente no parece ser un objeto material. No podemos tocar mentes, ni pesar mentes, ni ver mentes. Sin embargo, las mentes parecen muy reales, sabemos que tenemos una —más bien somos una— y estamos convencidos de que nuestros seres queridos también. Esas mentes se hallan siempre vinculadas a unos cuerpos, que son objetos materiales que podemos tocar, pesar y ver. ¿Pero cómo es posible que un ente inmaterial interaccione con un objeto material? ¿Cuál es el extraño vínculo entre la mente y el cuerpo? Y ese es el Problema Mente-Cuerpo, también llamado Problema Mente-Cerebro.

Almas

 

La gran extrañeza que causan las mentes ha provocado que surjan explicaciones mágicas al fenómeno. Antiguamente todo el mundo creía en el alma, una misteriosa entidad inmaterial capaz de animar a los cuerpos y proporcionarles un yo. Cuando la ciencia aún no podía explicar la mayor parte de los fenómenos naturales era común creer en la magia, y la misma magia que originaba el alma también originaba los relámpagos, las estrellas y los arcoíris. Por suerte, la ciencia poco a poco fue explicando los mecanismos que hacían posibles los relámpagos, las estrellas y el arcoíris. Hoy en día estas cosas ya no son cosas mágicas, sino fenómenos explicables por las leyes de la física, y cualquier persona que haya ido a la escuela lo sabe. Sin embargo, con la mente no hemos tenido tanta suerte. A mucha gente la mente les parece aún cosa de pura magia, algo inexplicable. Por no hablar de las personas que ni siquiera se cuestionan estos temas de manera neutral, ya que están condicionados por los dogmas de fe de alguna religión o creencia. ¿Y cómo interacciona un ente inmaterial con un cuerpo material según las personas que creen en el alma? Descartes por ejemplo conjeturó que lo hacían en una pequeña glándula del interior de nuestro cerebro llamada glándula pineal. Pero esa conjetura no aclaraba mucho las cosas, pues era simplemente sustituir una pregunta por otra, siendo la nueva pregunta cómo interacciona un ente inmaterial con la glándula pineal, que seguía siendo un objeto físico. El problema alma-cuerpo pasaba a ser el problema alma-glándula pineal, y la dificultad no había variado ni una micra. No voy a extenderme enumerando el resto de hipótesis del Problema Mente-Cuerpo que recurren al alma o a entidades similares como parte de la explicación, por lo general tan insatisfactorias como esta última.

 

Pero sí que voy a explicar por qué las hipótesis que recurren al alma son tan insatisfactorias. Para empezar, desde un punto de vista científico la existencia del alma no se sostiene. Según la ciencia, todo en nuestro universo está hecho de partículas elementales, los ladrillos que conforman la energía, siendo la materia una forma condensada de energía.[8] Dado que el alma es una entidad inmaterial, tendría que estar compuesta por alguna clase de energía que no estuviese en forma de materia. Pero la energía es un fenómeno observable y medible que presenta una serie de propiedades definidas por leyes físicas, y ningún descubrimiento científico ha observado ni detectado ninguna clase de energía inmaterial capaz de generar una mente. Al contrario, la ciencia indica que la mente es un fenómeno material que se produce en el cerebro. Pero lo que más evidencia el sinsentido de usar el alma como explicación de los fenómenos mentales no es el hecho de que la existencia del alma sea incompatible con nuestro conocimiento científico. Lo que más evidencia el sinsentido de usar el alma como explicación de los fenómenos mentales es que es una explicación que no explica nada. Al igual que podemos decir que la mente es una sustancia inmaterial e indetectable, también podríamos decir que los relámpagos son originados por dioses invisibles o que el arcoíris es obra de magos que se ocultan en las sombras. Cualquier explicación basada en fenómenos inobservables no nos aclara nada, es una no-explicación que nos deja con las mismas dudas que antes sin aportar ningún conocimiento útil. ¿Qué es realmente esa alma? ¿De qué está hecha? ¿Cómo interacciona con nuestro cuerpo? ¿Por qué el alma inmaterial se ve afectada por una simple pastilla de ácido lisérgico? Decir que la mente es una misteriosa entidad espiritual es lo mismo que decir “sabes, realmente no soy capaz de dar una respuesta de verdad, así que diré que es magia”, y antes que responder eso, es infinitamente mejor un humilde “no lo sé”. Lo único que se consigue recurriendo a lo inobservable como hipótesis es retrasar la aparición de una verdadera y útil explicación, haciéndonos perder el tiempo mientras estamos atascados en un punto muerto. Por eso ni un científico, ni un filósofo, ni una persona mínimamente razonable podría estar contenta con la hipótesis de que la mente es el producto de alguna sustancia inobservable. Así que por estos motivos prescindiremos totalmente del alma como explicación de los fenómenos mentales y todas nuestras hipótesis se fundamentarán en la idea de que la mente está basada en la materia.

Hardware y software

 

Es posible que estemos confusos ante la idea de una mente totalmente hecha de materia, así que vamos a ayudarnos con una metáfora que nos acompañará ya durante todo el resto del libro, una metáfora usada frecuentemente en el ámbito de la filosofía de la mente y las ciencias cognitivas. Se trata de la metáfora de la computadora, ese relativamente reciente invento capaz de procesar información. ¿Y no es eso lo que hacen las mentes? Las mentes piensan, y pensar no es más que procesar información.

Empezaremos por explicar la distinción entre hardware software. El hardware es la parte física de una computadora, como el disco duro, la pantalla, el teclado, los cables y los chips. El software es la parte inmaterial, como los programas, las instrucciones y los datos almacenados. La metáfora sale sin esfuerzo: el hardware es el cerebro, el software es la mente. Y bien, establecida ya la metáfora, traslademos las preguntas de los apartados anteriores. ¿Qué es un software? ¿Si el software es inmaterial, como puede existir? ¿Cómo interacciona el software con el hardware? ¡Por suerte, esta vez tenemos las respuestas! Comprendemos muy bien lo que es el software, ya que lo hemos creado nosotros, los seres humanos. Los informáticos saben exactamente cómo funciona una computadora y de qué forma realiza sus procesos.

Voy ahora a explicar brevemente como se leen y graban los datos en una computadora, de manera algo tosca, resumida y no demasiado exacta, pero suficiente para nuestros propósitos. El soporte más común de grabación de datos en una computadora se denomina disco duro, que no es más que un disco giratorio en el que se encuentran millones de imanes diminutos. Es en esos imanes donde se guarda y escribe la información. Junto al disco duro se halla un cabezal de lectura-escritura, capaz de detectar la orientación de cada pequeño imán y así poder leer los datos. Por ejemplo, un trozo de información leído por el cabezal podría ser “polo norte magnético del imán arriba-polo norte magnético del imán arriba-polo norte magnético del imán abajo-polo norte magnético del imán abajo-polo norte magnético del imán abajo”. Como eso es algo largo de escribir, codificamos “polo norte magnético del imán arriba” como “1” y “polo norte magnético del imán abajo” como “0”. Con lo que nuestro pequeño trozo de información se traduce a “11000”. Esa orientación de los pequeños imanes se queda tal como está, dispuesta a ser leída cuantas veces la computadora lo requiera. Y si por el contrario hay que borrar esa información y sobreescribirla, entonces el cabezal de lectura-escritura lo que hace es mover los pequeños imanes y cambiar su orientación, por ejemplo de 11000 a 01101.

¿Y por qué he explicado esto? Mi objetivo principal no es enseñar informática al lector, sino mostrar que la diferencia entre el software y el hardware es más sutil de lo que parece, casi ilusoria. El software es, en cierto modo, parte del hardware, algo totalmente físico en forma de millones de pequeños imanes. Los pensamientos de una computadora no son inmateriales o misteriosos, son claros y físicos, y se componen de cambios sutiles en su estructura. Y ahora, el otro lado de la metáfora. ¿Son físicos los pensamientos del cerebro al igual que el software de una computadora? Voy a explicar brevemente, de nuevo de manera tosca, resumida y poco exacta, como funciona un cerebro. Las células más importantes del cerebro son las neuronas, que se hallan unidas a otras neuronas formando redes neuronales. En esas redes, cada neurona recibe impulsos eléctricos y químicos de sus vecinas, pudiendo esos impulsos tanto excitar como inhibir la respuesta de la célula receptora. Cuando la suma de los impulsos excitadores menos la suma de los impulsos inhibidores supera un cierto valor umbral, la neurona dispara su propio impulso para que lo reciban otras neuronas. Así se comunican las neuronas, por medio de señales eléctricas y químicas. Pero las neuronas no se comunican indiscriminadamente todas con todas. Cada neurona tiene un patrón característico de lazos de unión con otras neuronas vecinas, siendo los lazos más o menos intensos. Esos lazos se denominan sinapsis, y se pueden reforzar o debilitar dependiendo del uso. Las asociaciones de neuronas que se forman mediante las sinapsis determinan el patrón de la red neuronal, y posibilitan el aprendizaje y la memoria.

Y así la metáfora queda completada. A pesar de que aún no sabemos todo sobre el cerebro, es prácticamente seguro que las neuronas y los mecanismos anteriormente descritos son los que crean el pensamiento. Nuestros pensamientos humanos son tan físicos como los de una computadora. Basados en cambios estructurales pequeños y sutiles, pero materiales al fin y al cabo. Es lógico y previsible: así como un informático no puede trabajar con entidades inmateriales, la naturaleza tampoco. Los pensamientos son sólo inmateriales en apariencia.

El problema dato-soporte

 

¿Qué conclusiones podemos extraer si aplicamos la metáfora de la computadora al Problema Mente-Cuerpo? En el apartado anterior vimos como los pensamientos de una computadora son físicos, y que, en cierto modo, se podría considerar al software como parte del hardware. ¿Por qué ese “en cierto modo”? El problema de afirmar categóricamente que el software es una entidad material y por tanto parte del hardware reside en que se puede considerar que el software es información, un conjunto de datos. ¿La información y los datos son entidades materiales? Aquí nos podemos meter en un lío. Por una parte, un dato se puede considerar como una abstracción que no depende del sustrato físico en el que está grabado. Un poema puede estar escrito en un papel, registrado en un disco de vinilo, grabado en una cinta de vídeo o incluso memorizado en un cerebro humano, y aunque el sustrato cambie, el poema será el mismo. El poema no es el papel, sino el conjunto de datos que están codificados en el papel por medio de símbolos. El hecho de que la información necesite un soporte no implica que la información sea ese soporte. Es más, el poema no existe en el papel por sí mismo. Necesita una mente que entienda el lenguaje de los símbolos escritos en el papel. Si el papel está escrito en una lengua que nadie entiende o se halla en un mundo sin mentes, se puede considerar que el poema no existe. Pero por otra parte, alguien podría considerar que el poema no es puramente inmaterial, ya que siempre hay un sustrato físico involucrado en la existencia de un poema, sea el papel, el disco de vinilo, la cinta de vídeo o el cerebro que lo haya memorizado. Se podría decir que la información es una entidad inmaterial pero que sin embargo está íntimamente ligada a un sustrato físico que la registre y a una mente que la entienda. El asunto puede ser algo confuso, y podemos hablar de un problema dato-soporte que puede recordar un poco al Problema Mente-Cuerpo. Exagerando un poco, incluso podemos afirmar que un dato inmaterial grabado en un soporte material nos puede recordar al alma inmaterial animando un cuerpo material.

No creo que a nadie le resulte misterioso el problema dato-soporte. Cuando hablamos de entidades inmateriales es fácil que pensemos en almas, fantasmas y espíritus, elementos mágicos y oscuros, pero lo cierto es que en nuestra vida cotidiana manejamos continuamente conceptos que se refieren a entidades inmateriales, tales como “verdad”, “belleza”, “caos” o “historia”. Nadie diría que la verdad o la belleza no existen, a pesar de ser inmateriales, y tampoco las consideramos mágicas. Si lo pensamos un poco, veremos que todos estos conceptos están relacionados con la información. Y no hay nada mágico en la información. Cada vez que leemos un libro, aprendemos información. Cuando intercambiamos recetas de cocina con un vecino, intercambiamos información. ¿Entonces, cómo queda el problema? ¿La información es material o inmaterial? ¿El software es material o inmaterial? Pues a ver, ¿diría usted que una palabra es algo material o inmaterial? ¿Diría usted que una palabra es material porque necesita de un soporte físico? ¿Diría usted que una palabra es inmaterial porque es un concepto, una abstracción? En realidad, no es totalmente necesario posicionarse. Lo importante de este apartado es entender que hay exactamente la misma cantidad de magia en el hecho de que un software aparentemente inmaterial surja del hardware que en el hecho de que una mente aparentemente inmaterial surja del cerebro. Los procesos físicos que realiza un cerebro para producir la mente son análogos a los procesos mecánicos que realiza una computadora para ejecutar el software. Por tanto, la mente no es mágica ni es un ente inmaterial que flota por el universo. Es una entidad que depende de lo físico y se explica totalmente por lo físico.[9]Sólo hay un fenómeno mental que nos puede hacer dudar de ello, y como dijo Thomas Nagel, es lo que convierte al Problema Mente-Cerebro en interesante. Este libro trata de ese fenómeno, y aparecerá en el capítulo quinto.

Fenómenos emergentes

 

Los filósofos han pensado mucho sobre el Problema Mente-Cerebro, y se han dado cuenta de una particularidad: las neuronas no tienen mente, pero el cerebro sí, a pesar de ser el cerebro esencialmente un conjunto de neuronas. ¿Cómo puede una suma de elementos exhibir una propiedad que no presentan los elementos individuales? En cierto modo, es como si esa propiedad apareciera de la nada. Los filósofos llamaron a esas propiedades propiedades emergentes, siendo la mente una de las más importantes. Vamos a poner un ejemplo sencillo. Pensemos en doce barras de madera. Con un poco de cola hagamos un cuadrado con cuatro de ellas. Rellenemos ese cuadrado con cuatro barras para formar una especie de reja y luego peguemos cuatro barras perpendiculares a esa reja en las cuatro esquinas del cuadrado. ¿Qué tenemos? Hemos creado un mueble para sentarse, una silla sin respaldo. Y a pesar de que nuestra reputación como carpinteros ha quedado totalmente arruinada, tenemos nuestro ejemplo de propiedad emergente. La silla no existía en el montón de las doce barras antes de que nosotros la hiciéramos. La propiedad “silla” puede emerger sólo si combinamos las barras de una forma determinada. El experto en inteligencia artificial Marvin Minsky utilizó un ejemplo parecido usando seis tapas de madera: por sí solas, las seis tapas no forman una jaula. Es sólo montando las seis tapas en forma de caja hermética que emerge la propiedad “jaula” y podemos encerrar a un ratón en ella.[10] Las barras y las tapas son en cierto modo como las letras desordenadas de una palabra. Las letras por sí mismas no forman una palabra, es el orden en que están combinadas lo que la forman. Pero este último ejemplo es algo tramposo. El significado parece surgir de las letras ordenadas, pero no es así. ¡Surge de la mente de la persona que las lee! El hermetismo de una jaula es independiente del espectador, no así el significado de una palabra. La información, como hemos dicho en el apartado anterior, necesita de una mente que la entienda, o de lo contrario deja de ser información. Lo complicado del asunto es que hemos hecho un paralelismo entre el software y la mente, y también hemos afirmado que el software es, en cierto modo, información. Entonces, si consideramos a la mente como información y la información no es exactamente un fenómeno emergente porque depende de una mente que la entienda, ¿la mente no es un fenómeno emergente? Lo curioso y hermoso de la información que produce una mente es que no depende de otra mente que la entienda. ¡Se entiende a sí misma!

Niveles de interpretación

 

Los cerebros y las computadoras son objetos increíblemente complejos. Tan complejos que a la hora de explicar su funcionamiento es conveniente dividir su estructura por niveles. Podríamos decir que “nivel” es algo parecido a “escala”, pero tiene un matiz algo más sutil. Se trata de niveles de interpretación, que normalmente llevan aparejados cambios en el lenguaje. Pongamos un ejemplo. En el juego del go[11] hay ciertas secuencias de movimientos que atacan al enemigo. Si anotamos varias de esas secuencias (D16-D17-E17-D18-E18-C17-C16-C18-B17 podría ser una de ellas, B2-C2-B1-B3-A2-C1 otra) y un ser humano inteligente viese unas cuantas en un tablero, enseguida deduciría que son secuencias que rodean al enemigo. Podemos rodear al enemigo de muchas maneras, pero el concepto es el mismo en todas. Así, si uno ve la secuencia D16-D17-E17-D18-E18-C17-C16-C18-B17 podría interpretar un significado de nivel bajo “negras ponen una ficha en la intersección D16, blancas ponen una ficha en la intersección D17, etc.” pero también un significado de nivel alto “negras están rodeando al enemigo”. Como vemos, los niveles altos constan de interpretaciones más elaboradas y menos literales que las de los niveles bajos. Vamos a poner otro ejemplo. Imaginemos que somos expertos en un programa de edición de vídeo. Sabemos exactamente cómo funcionan los menús, dónde están los botones, cómo configurar las preferencias para obtener el mejor rendimiento, etc. Pero mientras estamos encadenando dos archivos de vídeo mediante un fundido a negro, en nuestra pantalla aparece “error 209 de ejecución en la línea 348”. No sabemos qué hacer y llamamos a un informático para que nos arregle el problema. ¿Pero no habíamos dicho que somos expertos en ese programa? Lo que queríamos decir es que somos expertos en el interfaz de usuario, en el nivel alto de ese programa. Sabemos muy bien como funciona el programa a nivel usuario, pero no tenemos ni idea de cómo interpretar el código fuente del software. Y eso implica que no podemos afirmar que lo sabemos todo sobre el programa, puesto que el código fuente es lo que conforma el programa. La moraleja de este ejemplo es que es muy fácil olvidarse del nivel bajo de un sistema, a pesar de que el nivel bajo es fundamental a la hora de explicar el nivel alto. A muchos usuarios les gustaría tratar siempre con computadoras a un nivel alto, pero por desgracia para ellos, el nivel bajo siempre existirá. Un programador, por ejemplo, no puede dirigirse directamente en un nivel muy alto a una computadora escribiendo en el software “resuélveme este problema de go”. El programador tiene primero que proporcionar a la computadora unas instrucciones muy precisas en un lenguaje lógico-matemático, lo que se conoce como lenguaje de programación. Pero resulta que ni siquiera es ese el lenguaje que entiende la máquina. Es necesario que ese lenguaje de programación se traduzca por medio de algún software mediador al verdadero lenguaje de la máquina, denominado código máquina o lenguaje de máquina, que como no podría ser de otra manera, está compuesto enteramente de unos y ceros, un lenguaje de nivel muy bajo. Ese es el lenguaje que procesa de verdad la máquina en su cerebro mecánico, la Unidad Central de Procesamiento (CPU). En realidad, ese lenguaje también podría usarse como lenguaje de programación, pero los seres humanos no estamos adaptados a un lenguaje así. Lo más razonable es confeccionar un diccionario capaz de traducir expresiones de forma automática, por ejemplo traduciendo la expresión “mayor que” a la expresión “0011010111”. Así, al escribir “mayor que” le llega a la computadora la instrucción “0011010111” a modo de traducción instantánea, evitando que el programador tenga que aprender el aburrido y tedioso código máquina. Al ir agregando expresiones nuevas a nuestro diccionario estaremos de hecho creando un lenguaje nuevo de nivel alto a partir de un lenguaje de nivel más bajo. Y cuanto más sofisticadas sean nuestras expresiones, más alto será el nivel de nuestro nuevo lenguaje. Por ejemplo, podemos traducir la expresión “Si es mayor que arrojar el valor falso, si es menor que arrojar el valor falso, si a es igual que b arrojar el valor verdadero” a la expresión “¿Son iguales a y b?” Así no sólo estaremos creando un lenguaje más intuitivo y fácil de manejar, sino que nos ahorraremos mucho tiempo en las comunicaciones, pues hemos acortado bastante la longitud del mensaje. No obstante, el hecho de que el lenguaje de nivel alto sea más breve tiene un coste. La expresión “¿Son iguales a y b?” no admite apenas modificación, es una expresión fija, mientras que “Si a es mayor que b arrojar el valor falso, si a es menor que b arrojar el valor falso, si a es igual que b arrojar el valor verdadero” admite muchas variantes, por ejemplo “Si a es mayor que b arrojar el valor verdadero, si a es menor que b arrojar el valor falso, si a es igual a b arrojar el valor verdadero.” Además, conocer el nivel bajo permite una comprensión de los niveles más altos que difícilmente se podría lograr de otra manera.

Cuando los filósofos y los psicólogos hablan de la mente, suelen referirse a los niveles altos, algo así como la interfaz de usuario del software de la mente. Se refieren a las creencias, a las sensaciones y a las ideas. Pero no nos hemos de olvidar que todas esas creencias, sensaciones e ideas provienen de un lenguaje de bajo nivel, el lenguaje electroquímico de las neuronas. A la hora de interactuar con un ser humano mediante el lenguaje casi nunca somos conscientes de que en realidad estamos interactuando con un cerebro que está produciendo toda su conversación en un idioma neuronal, un código neurona, incomprensible para nosotros, compuesto de impulsos eléctricos y químicos. Uno de los pocos momentos en que quizás somos conscientes de ese hecho es cuando hablamos con alguien que sufre una enfermedad mental y notamos que algo “anda mal” en su cerebro, pero desconocemos la explicación real de ese comportamiento anómalo. Puede que ni el propio enfermo la sepa. Sería algo así como el error 209 de ejecución en la línea 348 que nos deja sin saber qué hacer a menos que sepamos entender el complicado lenguaje de nivel bajo. La idea de que la mente y el cerebro contienen diferentes niveles de interpretación saldrá a menudo a lo largo de este libro, y es conveniente tenerlo siempre en cuenta.

El cerebro y el mundo

 

Texas, 1966. Charles Whitman era un estudiante de ingeniería y ex-marine de veinticinco años que estaba casado desde hacía cuatro. Poseía una inteligencia superior a la media y sus compañeros y vecinos le apreciaban. No obstante, tenía bastantes problemas familiares. Confesó a sus amigos que había pegado a su mujer durante tres ocasiones, a la que sin embargo decía querer mucho. Se sentía muy avergonzado por ello y estaba aterrorizado de volverse como su padre, un autoritario y estricto maltratador que abusó de él físicamente. Su padre también maltrató repetidas veces a su madre, la cual recientemente había anunciado su decisión de divorciarse de él. Charles ayudó a su madre durante la separación. En esa época comenzó a abusar de las anfetaminas y a sentir fuertes dolores de cabeza. Ahí empieza la parte más extraña de la vida de Charles Whitman. En unas perturbadoras anotaciones en su diario declaró que los síntomas que le estaban martirizando recientemente no sólo consistían en dolores de cabeza, sino también en pensamientos inusuales, violentos e irracionales. Decía no entenderse a sí mismo últimamente. Y lo sentía tan fuerte que pedía que le realizaran una autopsia después de su muerte para saber si algo en la cabeza le estaba produciendo todo aquello. Esos pensamientos le llevaron a matar brutalmente a su madre y a su esposa. Después de acuchillarlas, anotó en su diario que sinceramente las amaba con todo su corazón. Se dirigió al campus de la Universidad de Texas armado con un arsenal de fusiles y pistolas y allí mató a trece personas e hirió a treinta y nueve. Finalmente la policía llegó y lo abatió a tiros.

¿Por qué hemos contado esta triste historia? El motivo no es otro que este: resulta que el perturbado Charles tenía razón al sospechar que algo extraño había en su cerebro. Se trataba de un glioblastoma, un pequeño tumor que había comprimido la zona de la amígdala, un conjunto de núcleos cerebrales relacionado con las emociones.[12] Ese detalle final en la historia puede parecer anecdótico para algunos, pero es probable que para muchos otros produzca un cambio radical en la imagen que se han formado de Charles Whitman, haciendo que pase de verdugo a víctima. Incluso un juez podría haberlo exculpado por ese detalle si la policía no lo hubiera matado antes, sintiendo que el que asesinó a quince personas ese fatídico día no era el verdadero Charles. ¿Verdadero Charles? ¿Existió acaso un falso Charles? ¿Había en ese cerebro dos yoes, uno falso que asesinaba, mientras que el verdadero, incapaz de expresarse, estaba atrapado de alguna manera a causa del tumor? ¿No es eso lo mismo que decir que en nuestros cerebros hay un yo glotón atrapado que no puede manifestarse a menos que eliminemos la parte de nuestro cerebro que regula la saciedad, o que en nuestro hemisferio derecho hay un yo mudo eclipsado por el hemisferio izquierdo? ¿Consideramos que el tumor era algo externo al cerebro, algo así como un parásito adherido, o bien consideramos que llegó a ser parte del mismo cerebro, como el hipotálamo o el cuerpo calloso?

Sabemos que la mente proviene del cerebro y que el cerebro es un objeto material susceptible a la manipulación, así que la mente puede ser invadida por un agente externo. Y esas invasiones mentales no son hechos excepcionales, sino todo lo contrario. Cada vez que tomamos alcohol, una droga altera nuestra mente, relajándonos y desinhibiéndonos. Cuando tomamos café, nuestro cansancio disminuye. Cuando contraemos la gripe, un virus nos produce decaimiento y apatía.[13] En todos estos casos el cerebro ha sido afectado por un agente externo y eso ha repercutido en la mente. Y es esa idea de la invasión mental la que está detrás de la sensación de que Charles Whitman no era el auténtico responsable de sus actos, sino que el responsable fue el tumor, un invasor. No obstante, alguien podría argumentar que en el caso de Charles no hubo ningún agente externo, ya que un tumor puede estar provocado por causas genéticas, sin necesidad de nada externo que lo provoque. Pero a pesar de ese argumento, mucha gente diría igualmente que la mente original de Charles Whitman fue invadida por un tumor, sintiendo que no hay ninguna diferencia entre su caso y los ejemplos anteriores. Al fin y al cabo, nadie elige sus genes. ¿Podemos decir que hubo una invasión interna, y por tanto Charles no fue el responsable de sus actos? Una posible condena judicial está en juego, así que vamos a ser precisos. ¿Cómo podemos diferenciar exactamente una mente invadida de una mente sin invadir?

 

Cuando alguien estudia los tipos de enfermedades mentales que existen, es habitual tener la impresión de que existe una separación entre enfermedades mentales “fisiológicas” y “psicológicas”, siendo las fisiológicas las que tienen un origen fisiológico y las psicológicas las que tienen un origen psicológico —por ejemplo, una depresión originada por un desequilibrio químico en el cerebro sería una enfermedad mental fisiológica, mientras que una depresión provocada por una serie de pensamientos pesimistas sería una enfermedad mental psicológica—, y tendemos a pensar que las primeras aportan una excusa más válida a la hora de justificar un comportamiento anormal que las segundas. Es decir, no es lo mismo que un médico afirme que Charles Whitman se comportó así por padecer un tumor en el cerebro que por padecer una sociopatía. Tendemos a pensar que los que padecen una enfermedad mental fisiológica no tienen la culpa de ello, son mentes invadidas, y sus enfermedades están afectando a sus yoes. Y por otra parte, tendemos a pensar que los que padecen una enfermedad mental psicológica son simplemente así, son el producto de la personalidad patológica propia que poseen, no son mentes invadidas, y sus enfermedades no son más que parte de sus yoes. ¿Qué relación hay entre el concepto de invasión mental y el concepto de enfermedad mental fisiológica?

En realidad, la separación entre enfermedades mentales fisiológicas y psicológicas es bastante dudosa. Para empezar, las causas fisiológicas de una enfermedad pueden ser difíciles de descubrir. Antiguamente no se conocían las causas fisiológicas de la esquizofrenia y era corriente que muchos médicos pensaran en una causa psicológica para sus síntomas, pero actualmente sabemos que la enfermedad está provocada por anomalías tanto en la química como en la estructura del cerebro, convirtiendo la enfermedad en fisiológica. La esquizofrenia es una de tantas enfermedades mentales que pasó de ser psicológica a fisiológica, y está claro que cuanto más sepamos sobre el cerebro, más enfermedades mentales seguirán el mismo camino. Además, enfermedades típicamente psicológicas como la ansiedad pueden presentar manifestaciones físicas, y a veces es muy complicado saber qué es causa y qué es efecto de la enfermedad. Y no olvidemos que muchas enfermedades consideradas como psicológicas pueden mejorar o incluso curarse por medio de fármacos, haciendo que la línea entre lo psicológico y lo fisiológico sea aún más borrosa. Es más, incluso podríamos decir que cualquier enfermedad mental psicológica es en el fondo fisiológica. Desde el momento en que la mente es un producto de los procesos cerebrales, todo pensamiento es un fenómeno fisiológico. Es una idea similar a la afirmación de que el software es también hardware.

Aún a pesar de esos problemas a la hora de establecer una diferenciación entre enfermedades mentales psicológicas y fisiológicas, vamos a suponer que existe una invasión mental en las enfermedades mentales fisiológicas y que no existe ninguna en las psicológicas. ¿Es esa suposición correcta? Fijémonos en la fobia social, enfermedad caracterizada por una timidez excesiva que impide al afectado relacionarse con normalidad. Esa enfermedad mental sería un buen ejemplo de enfermedad mental psicológica: así como hay personas más alegres que otras o hay personas más perezosas que otras, también hay personas más tímidas que otras, y aquellos que son excesivamente tímidos se clasifican como fóbicos sociales por los profesionales de la salud. ¿Pero cómo llega alguien a desarrollar una personalidad que presente rasgos de fobia social? Sólo hay dos elementos que pueden determinar las características de un individuo: la genética que ha heredado y el ambiente que ha experimentado. ¿Y qué entendemos por “ambiente”? Para que nuestra afirmación sea cierta es necesario que el concepto de ambiente abarque absolutamente todos los agentes externos capaces de afectar a los seres humanos, entre ellos los que hemos mencionado anteriormente, como las drogas y los microorganismos. Pero resulta que los aspectos del ambiente que más suelen determinar la personalidad no tienen nada que ver con las drogas o los microorganismos. Los aspectos del ambiente que más suelen condicionar a los individuos son los relativos a las experiencias que han tenido, tales como la educación que han recibido o el entorno sociocultural en el que han vivido. Cada libro que leemos y cada idea que escuchamos es un agente externo capaz de modificar nuestra personalidad. El aprendizaje diario modifica nuestro cerebro y manipula nuestra mente mucho más que cualquier droga. Es cierto que en casos puntuales el impacto que pueden producir las drogas, los traumatismos cerebrales y las enfermedades puede ser enorme, pero ese no es el caso en la mayoría de las personas. Volviendo al caso de la fobia social, existen varias hipótesis sobre cómo alguien puede llegar a desarrollarla, y como podemos suponer, unas se basan en la genética y otras se basan en las experiencias pasadas, como por ejemplo un acoso escolar, una educación muy estricta, una humillación en público, haber sido criado en un entorno social que pusiera un gran énfasis en el sentimiento de vergüenza, etc. Por tanto, podríamos considerar que las enfermedades mentales psicológicas también pueden estar originadas por una invasión, en este caso una invasión en forma de ideas, experiencias y enseñanzas pasadas que han dejado una huella en la personalidad actual del enfermo. Regresemos ahora al caso de Charles Whitman. Sabemos que su padre era un maltratador. Quizás ese maltrato volvió a Charles más agresivo y tuvo un papel relevante en los trágicos acontecimientos que pusieron fin a su vida. ¿No podemos considerar el maltrato que recibió por parte de su padre como un agente externo que transformó su mente original en una mente invadida? ¿Al igual que podemos decir que el Charles afectado por el tumor no era el verdadero Charles, podemos decir que el Charles después de ser maltratado no era el verdadero Charles? ¿No es cierto que los traumas psicológicos pueden dejar secuelas importantes en la personalidad de un individuo? ¿Podemos considerar que el maltrato fue el auténtico culpable? Fuera el maltrato un factor determinante o no, podemos afirmar que, después de todo, la verdadera mente de Charles ya era una mente invadida, condicionada y alienada por el ambiente en el que fue criado.

 

Todo esto nos lleva a pensar que la división entre mentes invadidas y mentes sin invadir no tiene demasiado sentido, puesto que toda mente es ya una mente invadida. ¿Cómo podría ser una mente sin invadir? ¿Quizás una mente surgida de un cerebro que no tenga ningún tipo de contacto con el ambiente? Incluso este intento desesperado tiene problemas. Ese cerebro podría desarrollar un tumor cerebral provocado por sus genes, una invasión interna. Y en todo caso, esa hipotética mente sin invadir no podría existir en la vida real. No existen mentes aisladas del ambiente. No existen cerebros separados del mundo. Todo ser humano ha disfrutado —o padecido— una educación, y su cerebro ha sido moldeado por un conjunto de experiencias, sustancias, ideas y traumas. Los cerebros están continuamente recibiendo impactos externos e internos, cambiando, modificándose, adaptándose y aprendiendo. De este modo, la mente del pobre Charles Whitman fue una mente invadida. Pero también la nuestra, y la de todos.

Notas

 

[8] La materia es más extraña de lo que parece, y como muestra mencionaremos tres hechos. Primer hecho: la materia es prácticamente espacio vacío. Lo que impide que nuestra mano y una pared se puedan atravesar mutuamente no es más que el campo de fuerza eléctrico creado por los electrones. Sin ese campo de fuerza, nuestra mano atravesaría la pared como si de un fantasma se tratara. Segundo hecho: la materia es intercambiable con la energía. En una bomba atómica una fracción de uranio o plutonio se transforma en pura energía, en forma de calor. En un acelerador de partículas la energía resultante de una colisión puede transformarse en materia, dando la sensación de que se ha creado materia de la nada. Tercer hecho: las partículas que conforman la materia pueden actuar como corpúsculos o como ondas, exhibiendo propiedades de ambos.

 

[9] La palabra técnica es superveniencia.

 

[10] Es un buen momento para recordar al extraño ser policerebrado del capítulo primero, concretamente al ser policerebrado modificado que afirmaba ser partidario de una economía mixta al tener cerébrulas capitalistas y comunistas en igual proporción. Este es un ejemplo de fenómeno emergente, pues ninguna de las cerébrulas es partidaria de una economía mixta, siendo esa preferencia el efecto del conjunto de todas las cerébrulas.

 

[11] El go es un juego oriental de estrategia que se podría comparar con el ajedrez en cuanto a complejidad y elegancia.

[12] Hay que decir que en el caso de Charles Whitman los científicos nunca se pusieron de acuerdo sobre el papel del tumor en su conducta criminal. A pesar de ello, en este apartado vamos a considerar que fue un papel determinante, con el fin de hacer menos confusa la argumentación.

[13] En el mundo animal existen ejemplos bastante espectaculares de manipulación cerebral. El Ophiocordyceps unilateralis es un hongo parásito que hace que las hormigas afectadas suban a las partes altas de la hierba y vayan a morir ahí, para que cuando el hongo crezca en el cadáver de la hormiga y suelte las esporas, éstas puedan flotar partiendo de una mayor altura. El Paragordius tricuspidatus es un gusano que crece en el interior de un grillo, y cuando está listo para salir provoca que el grillo se arroje al agua, ya que el gusano necesita un medio acuoso para esa fase de su ciclo vital. La Ampulex compressa o avispa esmeralda produce un cóctel químico que vuelve sumisas a las cucarachas. La avispa inyecta ese cóctel con gran precisión a la cucaracha, la lleva a su nido y ahí pone sus huevos, con lo que las larvas devorarán viva a la cucaracha sin que oponga resistencia. El microscópico parásito Toxoplasma gondii altera la mente de los ratones haciendo que pierdan el miedo a los gatos. Eso beneficia al parásito, ya que así aumenta sus oportunidades de ser ingerido por un gato y así llegar a su huésped preferido. Ciertas investigaciones algo inquietantes afirman que es posible que el Toxoplasma también pueda cambiar la personalidad de los humanos.

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