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9-Qualia en el cerebro

Los confusos qualia

 

Ya tuvimos un encuentro con los qualia en el apartado “El problema de los qualia” del capítulo quinto. Ahí los definimos como “los componentes subjetivos de la experiencia”. ¿Le sirvió de algo esa definición? Probablemente de poco, ya que se trata de una definición vaga y confusa que difícilmente se puede entender sin poner ejemplos como el color rojo, el preferido de los filósofos. ¿Pero qué otras cosas pueden ser qualia? ¿Cuántos qualia habrá en total? ¿Es la lista finita o infinita? Lo primero que haremos será dividir los ejemplos de qualia más usados en tres grupos. El primero estará compuesto por experiencias sensoriales provocadas por estímulos externos (colores, sabores, sensaciones táctiles, sonidos, etc.). El segundo por emociones y sentimientos (miedo, ira, felicidad, sorpresa, calma, aburrimiento, etc.). Y el tercero por experiencias fisiológicas internas (hambre, dolor, deseo sexual, sueño, orgasmos, agotamiento, malestar general, etc.) Aclaro que es sólo una división a efectos prácticos y explicativos, sin ninguna base teórica.[58]

Pero la definición de qualia deja una gran cantidad de dudas en el aire, incluso aunque hayamos añadido una lista aclaratoria de ejemplos comunes. Por ejemplo, no es fácil saber dónde poner el límite entre quale y quale. ¿Es el placer de leer un buen libro un quale específico? Algunos opinarán que ese quale es el correspondiente a la felicidad, el mismo quale que se experimentaría al disfrutar de una agradable compañía o de una buena comida. Pero otros podrían opinar que la sensación de experimentar el placer de leer un buen libro es diferente de la sensación de experimentar el placer de una buena comida, y por tanto merece tener un quale específico, al igual que el quale del rojo es diferente al quale del azul a pesar de referirse ambos a sensaciones visuales. Clasificar sensaciones subjetivas parece una tarea complicada dado que no es frecuente sentir sensaciones puras y diferenciadas, sino más bien mezclas complejas de sensaciones y pensamientos, en las que además no todo el proceso accede a la conciencia. De hecho, lo frecuente es encontrarse con problemas nada más alejarse de los ejemplos comunes. ¿Es la sensación de ver una circunferencia un quale específico? En principio la respuesta debería ser afirmativa, ya que ver una circunferencia no proporciona la misma experiencia que ver un cuadrado, lo que nos llevaría a que cada forma geométrica se tendría que asociar a un quale determinado. Sin embargo, las formas geométricas no parecen ser un ejemplo de qualia muy popular. Mientras que el color, el dolor o la alegría son sensaciones bastante características, hay algo vago y confuso a la hora de hablar de la sensación al ver una circunferencia. Mientras que “¿Cómo sé que no ves tu rojo como mi azul y viceversa?” es una pregunta que nos evoca el problema de la subjetividad e inefabilidad de los qualia, la pregunta “¿Cómo sé que no ves tus circunferencias como mis cuadrados y viceversa?” nos hace fruncir el ceño. No nos cuesta demasiado imaginar la posibilidad de que alguien tenga las sensaciones del rojo y del azul intercambiadas, pero algo nos resulta muy extraño en la posibilidad de que alguien tenga las sensaciones de las circunferencias y los cuadrados intercambiadas.

Daniel Dennett incluso cree que el planteamiento de los qualia es tan confuso y vago que la teoría entera está mal y los qualia no existen, o al menos que no son lo que pensamos que son. En su artículo Quinear los qualia recopila varios experimentos mentales sobre los qualia para defender sus tesis. Uno de ellos trata sobre un bebedor de cerveza. Como todo bebedor de cerveza sabe, el primer trago nunca sabe bien. La cerveza es un alimento de gusto adquirido, al igual que el queso azul y el café. Sólo con el tiempo una persona puede apreciar el placer de comer queso azul y beber café. Así que ha habido un cambio durante el tiempo transcurrido entre el primer sorbo y el último. ¿Qué ha pasado con el quale durante ese proceso? Vemos que tenemos dos opciones. O bien el quale de la cerveza ha cambiado y ha pasado de ser desagradable a agradable, o bien el quale se ha mantenido igual y es nuestra preferencia lo que ha cambiado. En el primer caso el sabor ha evolucionado debido a nuestra experiencia, nuestro cerebro ha ido modificando ese sabor. En el segundo caso el sabor siempre es el mismo, sólo que nuestro cerebro ha aprendido a apreciarlo, modificando únicamente nuestras preferencias gastronómicas. Dos posibilidades y un mismo resultado. ¿Cuál es la diferencia real entre ambas, si es que hay diferencia? A pesar de que no compartamos las tesis de Dennett y creamos en la existencia de los qualia tal y como son descritos normalmente, este experimento parece indicar que no son tan concretos, simples y permanentes como parecen sugerir las definiciones típicas, sino más bien difusos, indeterminados y dependientes del estado mental actual del sujeto que experimenta.

Los inefables qualia

 

Los qualia son definidos típicamente como inefables, eso es, que no se pueden explicar o comunicar. Parece imposible decir a un ciego lo que experimentamos al ver el rojo. Pero en este punto me puedo imaginar al lector: “¿Oh, no me digas, el rojo? ¿Otra vez el rojo, en serio? ¡Estoy harto del rojo!” Y la verdad, yo también estoy un poco harto del rojo. A la hora de hablar de los qualia el color es un ejemplo muy socorrido. Pero el problema es que además de socorrido puede ser también algo engañoso. Los colores parecen ser un ejemplo demasiado bueno de qualia, y se ha abusado tanto de ellos que a veces uno se puede preguntar si las supuestas propiedades de los qualia son en realidad las de los colores. La inefabilidad en los otros qualia no es tan evidente. Por ejemplo, en el caso de los qualia de las emociones uno puede describir y comunicar bastantes rasgos y características. Por ejemplo, podemos describir el asco como una sensación negativa, que expresa el rechazo instintivo que sentimos hacia un elemento orgánico que nos puede causar enfermedades, especialmente alimentos en mal estado. Por otra parte, podríamos decir que la felicidad es una sensación positiva de bienestar causada por la percepción de que todo va bien y los problemas no son importantes. Y la ira es una sensación negativa que prepara y predispone un ataque físico hacia alguien que percibimos como una amenaza. ¿Eso significa que las emociones no son inefables?

El problema de estas descripciones es que a nosotros nos parecen suficientes porque somos seres humanos que ya hemos experimentado lo que es el asco, la felicidad y la ira. Apenas necesitamos palabras para comprender algo que ya sabemos. ¿Pero un ser extraño que jamás hubiera sentido esas emociones podría imaginarse lo que es sentirse feliz con la descripción anterior? Probablemente no. En realidad lo que hemos hecho en esa descripción y en buena parte de las restantes es describir lo que causa la aparición del quale, no el quale en sí. Aplicando esta trampa, podríamos describir el rojo como la sensación que se experimenta al recibir en nuestras retinas suficiente cantidad de radiación electromagnética cuya longitud de onda estuviera en torno a los 700 nanómetros. ¡Y quedarnos tan anchos! Es la misma trampa que intenta destapar el experimento de La Habitación de Mary, la idea de que el conjunto de las propiedades físicas del color no es lo mismo que la sensación que experimentamos al verlo.

Qualia complejos

 

¿Cuantos qualia hay en una melodía? Cuando un músico escribe una partitura por lo general tiene en mente a un oyente que busca disfrutar de las sensaciones producidas, y pocas veces a un oyente que lo que va a hacer con esas sensaciones es contarlas una por una. Esta va a ser la atípica propuesta de este apartado, y nuestro primer paso será asignar a cada tono musical un quale. Los tonos musicales son los colores del oído: ambos se refieren a rangos de frecuencias de onda. ¿Es la melodía entonces un conjunto de esos qualia? Difícilmente nos podríamos contentar con esa definición tan reduccionista. La música no es simplemente un conjunto de tonos, así como los dibujos no son sumas de colores y los libros no son aglomeraciones de letras. Lo importante en esos casos no son los elementos individuales, sino la información que porta su código. Las notas de una melodía forman un patrón, así como el orden en que están dispuestas una serie de letras lleva un mensaje.[59] Es perfectamente posible usar catorce notas musicales para formar una melodía triste, y con exactamente esas mismas catorce notas formar una melodía alegre, simplemente alterando el orden. Así que no es posible que la sensación que produce una melodía sea simplemente la suma de las sensaciones que producen sus notas individuales. Eso nos lleva a que una melodía tiene que tener su propio quale. ¿Pero qué relación tiene ese quale con los qualia de las notas que forman la melodía? ¿Es un quale independiente, sin relación con los qualia de las notas? ¿O acaso es un quale fuertemente asociado a los qualia de las notas? Recordemos los problemas que habíamos tenido con un quale poco usado como ejemplo típico: la sensación de ver una circunferencia. ¿Podría ser un caso similar? ¿Es la sensación de ver una circunferencia la suma de las sensaciones causadas por la visión de cada uno de los puntos que forman una circunferencia? Parece que esos qualia complejos no pueden ser simplemente la suma de los qualia de los elementos que los forman, pero al mismo tiempo da la sensación de que deben de tener algún tipo de relación con esos qualia. Por otra parte, la existencia de esos qualia complejos implicaría que la cantidad de qualia tiene que ser prácticamente infinita, pues cada dibujo, cada melodía y cada verso de un poema tendría que tener su propio quale.

El quale de la libertad

 

Aún no se han acabado los problemas causados por la vaguedad que envuelve a los qualia. ¿Es el quale asociado a la circunferencia un quale visual? Nuestro primer impulso es considerarlo como un quale visual sin lugar a dudas, pero un problema que ya empezó a asomarse en el apartado anterior va a hacer su aparición completa. Una melodía es una entidad que en principio pertenece totalmente al universo de lo sonoro, pero en el momento en que lo clasificamos como un patrón, como un código que lleva información, pasa a ser algo más. Pasa a ser también un concepto, una abstracción. Una circunferencia trasciende lo visual al ser un objeto matemático que existiría aún en un universo sin luz ni visión. Un ciego de nacimiento podría entender perfectamente lo que es una circunferencia tocando un dibujo en relieve. Incluso podría prescindir del tacto y entenderlo de manera puramente conceptual, pensando en un conjunto de puntos en el plano equidistantes a otro dado. ¿Estaría ese ciego sintiendo lo que es una circunferencia a pesar de no verla? ¿Se trataría de una sensación o de un simple conocimiento? ¿Una circunferencia produce, además de sensaciones visuales, sensaciones ligadas a su concepto abstracto? ¿Estamos hablando de dos qualia diferentes, uno conceptual y otro visual, o es imposible desligarlos? ¿Es acaso un quale visoconceptual? ¿O simplemente un quale conceptual que se puede describir en imágenes?

Se diría que al pensar en conceptos abstractos como “verdad”, “equivalencia”, “libertad”, “deseo”, “justicia” o “futuro” se genera una experiencia subjetiva. La idea de libertad, a pesar de ser una abstracción pura, parece producir sensaciones, como bien saben los poetas. ¿Existe el quale de la libertad? ¿Se siente algo característico al pensar en el concepto de libertad? Una vez más, topamos con una posible sensación que no encaja en los típicos ejemplos de qualia. Desde luego, la sensación de pensar en el concepto de libertad, si existe, es mucho más vaga y débil que la sensación de dolor o alegría. Podríamos considerar incluso la posibilidad de que no existiera tal sensación, y que pensar en el concepto de libertad fuese un proceso totalmente mecánico y frío. Pero esa posibilidad tiene un gran inconveniente, y es que una experiencia que no produce ningún tipo de sensación subjetiva es una no-experiencia. Un proceso cerebral sin ningún qualia en absoluto tiene por fuerza que ser un proceso cerebral inconsciente. Y aunque podamos dudar de si el acto de pensar en el concepto de libertad provoca una sensación o no, tenemos muy claro que es un acto consciente, así que debe contener qualia. Claro que esos qualia no tendrían necesariamente que ser conceptuales. Por ejemplo, podrían ser qualia relativos al sonido o la imagen de la palabra. Eso nos recuerda al problema de los qualia complejos del apartado anterior. ¿Es pensar en el concepto de libertad simplemente oír la palabra “libertad” en nuestras cabezas, o leer sus letras con el ojo de la mente? ¿Los qualia de una palabra son de tipo conceptual, visual o sonoro?

Mentalés

 

“¿Piensas con imágenes o con palabras?” es una pregunta bastante común en conversaciones de psicología popular que fue brillantemente contestada por el economista John Maynard Keynes. Él respondió: “yo pienso con pensamientos”.[60] Pronto veremos que la respuesta de Keynes es más acertada de lo que parece. Para empezar, está claro que el contenido del pensamiento no está únicamente formado por imágenes y palabras, sino que también está formado por sonidos, sensaciones táctiles, emociones, sentimientos y varios tipos de qualia. No obstante, es bastante extraño considerar que alguien pueda pensar con emociones. Casi nadie pregunta “¿Piensas con imágenes, palabras o emociones?” Sin embargo, las emociones tienen un peso importante en nuestra toma de decisiones.[61] Y cada vez que estamos “haciendo caso a nuestras intuiciones”, estamos dejando que nuestras emociones formen parte de nuestro razonamiento. Así que, aunque parezca mentira, pensamos con emociones además de con palabras e imágenes. No obstante, es cierto que las imágenes y las palabras parecen ser más predominantes en nuestro pensamiento consciente, sobre todo las palabras. ¿Pero realmente es así? ¿Son las palabras el lenguaje oficial de nuestra mente? Los estudiosos de las ciencias cognitivas ya se plantearon esa pregunta hace bastante tiempo, llegando a hipótesis tremendamente interesantes.

Imaginemos que el lenguaje de nuestra mente coincide con nuestro propio lenguaje, nuestra lengua materna. De esta manera, un angloparlante piensa en inglés, y no hay nada más. Pero muchos llegaron a la conclusión de que esta no podía ser la explicación correcta, y que el verdadero lenguaje de la mente debía de ser uno que no tuviera palabras. Debía de ser un lenguaje extraño para los humanos, un lenguaje propio de la mente, el mentalés. ¿De dónde surgió esta curiosa idea? Existe un razonamiento muy persuasivo para creer en esa hipótesis, e irónicamente recurre a la producción de nuestro lenguaje como ejemplo. Hablar es un proceso complejo, intelectual y reflexivo, y las pausas que hacemos a medida que nos salen las palabras dan fe de ello. ¿Pero cómo lo hacemos? ¿Cómo se nos ocurren las frases que decimos? Si para el complejo proceso de producir una frase nos valiéramos de nuestro propio idioma como herramienta mental, entonces primero deberíamos producir al menos una frase para producir la frase, con lo que primero deberíamos producir al menos una frase para producir al menos una frase para producir la frase... vemos que la regresión infinita nos haría del todo imposible usar el lenguaje. Sería como si todos los abrelatas se vendieran dentro de latas. Además, esa descripción es poco congruente con nuestra percepción de lo que ocurre mientras hablamos. No tenemos la sensación de producir nuestras frases mediante operaciones basadas en palabras. Simplemente las frases se nos aparecen sin más. No obstante, eso no quiere decir que se nos aparezcan sin esfuerzo. Somos conscientes de hacer un esfuerzo para lograr producir frases, sobre todo si son frases difíciles, pero el caso es que ese esfuerzo, ese pensamiento, carece de palabras. Así que Keynes estuvo más acertado de lo que parecía cuando dijo que pensaba con pensamientos. A pesar de que es cierto que el lenguaje de la mente usa palabras, imágenes o incluso emociones, eso sólo serían algunas manifestaciones del nivel alto de un lenguaje de nivel más bajo, siendo el mentalés ese lenguaje de nivel bajo: un lenguaje más bajo que el nuestro pero más alto que el lenguaje de las redes neuronales. ¿Pero por qué no nos damos cuenta de que usamos ese lenguaje especial para pensar? La respuesta está en que el mentalés debe de ser un lenguaje en gran parte inconsciente, casi imperceptible para nosotros. ¿Pero como funciona ese idioma mentalés? ¿De qué elementos está compuesto?

Símbolos y qualia

 

Ha llegado la hora de hacer encajar varias de las ideas expuestas entre sí. El idioma mentalés recuerda poderosamente a la red de símbolos que describimos en el capítulo anterior. Por ejemplo, tanto el mentalés como la red de símbolos funcionan de manera prácticamente inconsciente, siendo sólo una parte de ese proceso accesible a la conciencia. Siendo la hipótesis del mentalés bastante compatible con nuestra hipótesis de la red de símbolos, consideraremos que son de hecho la misma cosa. Por otra parte, ¿podría nuestra hipótesis aclarar algunos problemas relativos a los qualia? Podemos ver que la noción de quale conceptual es muy parecida a la noción de símbolo. Incluso podríamos introducir una hipótesis curiosa: la activación de un símbolo provoca la aparición del quale asociado a ese símbolo, siempre que la activación sea lo suficientemente intensa.

Vamos a desarrollar nuestra nueva hipótesis. Un símbolo fuertemente activado provoca que el símbolo sea consciente, lo cual implica que hay qualia en ese estado mental, puesto que la conciencia implica qualia. ¿Y qué quale más apropiado en ese estado mental que el del propio símbolo activado? Al activar el símbolo “rojo” sentiríamos el quale del rojo, y al activar el símbolo “libertad” sentiríamos el quale de la libertad. Mientras pensamos, cientos de símbolos se irían activando y produciendo asociaciones, siendo esas activaciones en su mayor parte inconscientes. Algunos símbolos se activarían de manera tan intensa que los procesos atencionales decidirían hacerlos conscientes y por tanto producir su quale asociado. De esta manera iríamos pensando y sintiendo. Y la complejidad de esa red de símbolos explicaría cómo es posible que hubiera qualia tan complejos como los de una melodía: esto sería debido a que el patrón de símbolos activado sería un patrón complejo. Una red de símbolos capaz de producir asociaciones complejas de intensidad variable daría cuenta de un conjunto de qualia que pueden asociarse de formas diversas. Y ahora, vamos a recuperar algunos de los problemas que han surgido en este capítulo para enfrentarnos a ellos desde nuestro nuevo punto de vista:

-¿Qué tipo de quale es el de una circunferencia? Cada vez que pensamos en una circunferencia se activarían varios símbolos asociados, así que habría un conjunto de qualia activos, tanto relativos a la imagen como al concepto. La red jamás puede activar un símbolo aislado, por lo que es posible que se produzcan bastantes qualia en el proceso, los correspondientes a los símbolos asociados que se hayan activado con la intensidad suficiente.

-¿De qué manera cambia el quale del sabor de la cerveza? La red de símbolos puede aprender y olvidar, aumentando o disminuyendo la intensidad de las asociaciones. Habiendo una correspondencia entre qualia y símbolos, se entiende cómo pueden cambiar las sensaciones con el tiempo.

-¿Cuál es la relación entre el quale asociado a una melodía y los qualia asociados a las notas que la forman? Cuando oímos una melodía los símbolos de los tonos que vamos oyendo se van activando y vamos sintiendo los qualia asociados. Además, también se activa el símbolo propio de la melodía —que podría ser un símbolo compuesto, un símbolo formado por varios símbolos— y el quale asociado a ese símbolo compuesto —lo que hemos llamado un quale complejo—.

Nuestra hipótesis parece creíble, aunque no podamos verificarla. Una de las cosas buenas de ella es que se basa en un sistema muy sofisticado como lo es una red de símbolos sustentada en una red neuronal. La mente humana no parece sencilla, así que el modelo de la mente que escojamos tiene que ser capaz de sostener ese nivel de complejidad. Si lo pensamos bien, la mayoría de problemas sobre la mente que están surgiendo en este libro parecen desconcertantes sólo porque nuestra perezosa mente tiende a buscar respuestas simples basadas en modelos simples, y un modelo simple parece insuficiente para poder explicar la mayoría de los complicados procesos mentales que se producen en nuestros cerebros.

La mente desqualificada

 

Acabaremos este capítulo dedicado a los qualia con un experimento mental: vamos a intentar eliminar todos los qualia de una mente humana, con lo que presumiblemente obtendríamos un zombi, un ser humano sin experiencias subjetivas y por tanto sin conciencia. El proceso va a ser más interesante y más difícil de lo que parece. Empecemos por el ejemplo más clásico, los qualia del color. Ese primer intento no nos cuesta demasiado en apariencia, pues basta con imaginarnos una visión en blanco y negro como las imágenes de una película de los años cuarenta. El problema es que de esta manera no hemos suprimido sólo los qualia, sino que por el camino hemos perdido también información. Y es que el color no sólo es una sensación, es también un dato informativo que nos puede ser de gran utilidad, como por ejemplo para saber si nuestra rebanada de pan está mohosa. Nosotros queremos eliminar los qualia de una mente y al mismo tiempo mantener todo lo demás intacto, incluyendo los procesos y la información. De lo contrario el experimento no tendría ningún interés, bastaría con dejar inconsciente a la persona o incluso asesinarla y así eliminar todos los qualia de un plumazo. ¿Pero cómo podríamos eliminar el color sin eliminar la información? Una de las maneras es imaginando un sistema de etiquetado mental. Por ejemplo, haciendo que el cerebro superponga la palabra “amarillo” sobre la piel de un limón, y así con todos los objetos que vea. De esta manera, sabríamos de qué color es cada objeto, aunque no lo experimentáramos subjetivamente. ¿Pero hemos conservado toda la información? No del todo. La palabra “amarillo” es muy imprecisa y no recoge la variedad de tonos y saturaciones que podemos encontrar entre diferentes amarillos. Y aún así sólo serviría para objetos homogéneamente coloreados, sin sombras ni cambios de ningún tipo. Sería mucho mejor un sistema que colocara sobre cada punto de color percibido —algo así como los píxeles de nuestra imagen— un número indicando toda la información sobre ese color.[62] La enorme cantidad de números que generaría una sola imagen sería un asunto complicado de manejar, pero esa es otra historia. Lo importante es la idea, una imagen basada no en qualia sino en números, como la icónica imagen de la película Matrix con cascadas de números formando paredes y pasillos.

Acabamos de lograr un gran paso, hemos desqualificado la mente en lo que respecta al color, y todo ello sin perder nada de información. ¿Todos de acuerdo? Seguramente no. Recordemos el experimento de la Habitación de Mary del capítulo cuarto. Pero no tiene sentido retomar ese debate, así que para no paralizar el experimento asumiremos que la mente se puede desqualificar respecto al color sin eliminar información. Sin embargo, no sólo La Habitación de Mary nos puede causar problemas. Aunque parezca extraño, puede que perdamos algo más que la experiencia subjetiva al eliminar el qualia, aún conservando toda la información. Se trata del fenómeno de la saliencia. Imaginemos que estamos en una habitación con quinientas canicas en el suelo, de tal manera que todas sean visibles y no estén apiladas. De esas quinientas canicas, cuatrocientas noventa y nueve son azules y una es roja. La tarea consiste en encontrar la canica roja. ¿Difícil? No, en absoluto. No tenemos ni siquiera que esforzarnos. La tarea es rápida, automática, trivial, pues el color rojo sobresale de entre el color azul. Sin embargo, ¿qué pasaría con nuestra mente desqualificada respecto al color? Esa mente vería cientos de canicas con montones de números en cada una. Encontrar la canica roja sería entonces extremadamente difícil para la mente desqualificada, y la tarea sería una versión aburrida de ¿Donde está Wally? Eso es la saliencia, la capacidad de detectar fácilmente unos qualia determinados sobre otros. Así que los qualia del color hacen algo más que etiquetar una superficie con una información referente a la longitud de onda lumínica: podríamos decir que un quale de color es una superetiqueta que nos permite entre otras cosas localizar una canica de un color diferente a las demás de forma muy rápida. Y no sólo los qualia de color pueden actuar como superetiquetas. Resulta que nuestros atípicos y marginados qualia asociados a formas geométricas también presentan saliencia. Por ejemplo, es muy fácil encontrar un “0” entre un mar de “1”, mientras que no es tan sencillo encontrar un “2” en un mar de “5”. En este caso, la saliencia se da entre rectas y curvas. ¿Pero sería posible que nuestro cerebro creara una superetiqueta sin recurrir a los qualia? Parece que el problema sería difícil pero no insalvable. Habría que programar una especie de sistema de reconocimiento rápido de patrones, un software adicional que tendría que añadirse al sistema que coloca los números sobre la imagen.

Qualia por qualia, sentido a sentido, tendríamos que eliminar todas las sensaciones y sustituirlas por números. Imaginemos por un momento que lo consiguiéramos. Cuando nuestra mente desqualificada oliera, viera, se emocionara, etcétera, recibiría una cantidad inhumana de números. ¡Qué diferencia con nuestra experiencia habitual! ¿Pero sería una experiencia? Si lo hemos hecho bien y hemos eliminado todos los qualia, nuestra mente desqualificada no debería ser consciente en absoluto. Sería prácticamente un robot equipado con una cámara de vídeo —las cámaras electrónicas de vídeo lo que hacen es traducir imágenes a números—, un micrófono, y así hasta completar todos los sentidos. ¿Pero ese robot sería funcional? Si nosotros nos tuviéramos que someter a ese cruel experimento no sabríamos interpretar el input de números y no seríamos capaces de responder ante los estímulos. El mundo no tendría ningún sentido para nosotros. No podríamos diferenciar apenas un círculo de un cuadrado, ni recordar una simple imagen, que sería tan difícil como recordar un inmenso número de miles de cifras. ¡No podríamos ni siquiera diferenciar si lo que estamos percibiendo es una imagen, un sonido o una emoción interna! Aunque claro, nos podríamos consolar —lo que no tendría mucho sentido, ya que al carecer de conciencia no podríamos sentirnos dolidos— pensando que una computadora ordinaria también se volvería loca ante una serie de impulsos neuronales si no la programamos de manera específica para interpretarlos. Un cerebro no está preparado para interpretar datos de esa manera. ¿Pero qué pasaría si poco a poco pudiéramos aprender a interpretar esos números?[63] Aquí pueden surgir dos posibilidades. La primera, que simplemente continuáramos siendo entes inconscientes, sólo que más funcionales. La segunda y más interesante, que al aprender a procesar los datos fueran surgiendo poco a poco los qualia. Imaginemos que reconocemos “10001001” como el color rojo. Imaginemos que cada vez que recibimos “10001001” sentimos el color rojo. Y es interesante considerar que esa no es una descripción tan ajena a nuestra realidad. Nuestro cerebro codifica todo lo que procesa en forma de cambios electroquímicos en nuestras redes neuronales. Sean imágenes, sonidos, cálculos abstractos, emociones o pensar en el concepto de libertad, todo pensamiento humano tiene la forma de patrones de impulsos neuronales: no hay color ni olor en nuestras neuronas, sólo códigos y patrones. Es curioso pensar que nosotros no entenderíamos absolutamente nada si nos presentaran esos patrones directamente. Pero esos mismos patrones, al ser procesados por nuestros cerebros, nos producen una sensación. Y ese es el misterio de los qualia.

Notas

 

[58] Se trata de una división algo artificial. Tanto los qualia del primer grupo como los del tercero son experiencias sensoriales. La única diferencia está en que los estímulos que provocan los qualia del primer grupo son externos y los estímulos que provocan los qualia del tercero son internos. La interocepción es el sentido que se encarga de detectar los estímulos internos del cuerpo. ¿Podría ser que los qualia del segundo grupo también se pudieran considerar como provocados por estímulos internos que son detectados por algún tipo de sentido encargado de detectar el estado emocional? En ese caso, todos los qualia serían producto de la percepción de los sentidos.

 

[59] Hay un pequeño matiz: a pesar de que lo típico es asociar tonos a notas, realmente la nota consta de tono, duración, intensidad y timbre, siendo el tono sólo una de las cuatro características distintivas de una nota. El tono es la frecuencia de la onda, el timbre hace referencia al sonido característico del instrumento —que no es más que el conjunto de los armónicos— y la intensidad hace referencia al volumen. No está claro si cada componente tiene su propio quale, sobre todo en el caso de la duración.

 

[60] La cita está sacada del libro de Dennett La conciencia explicada.

 

[61] Recomiendo al lector interesado el libro El error de Descartes donde Antonio Damasio muestra la importancia que tienen las emociones en la toma de decisiones.

 

[62] Obviamente pueden ser también letras, signos, etc.

 

[63] Esta idea que suena a ciencia-ficción no está tan alejada de la realidad como parece. Por ejemplo, se ha probado a dotar a personas ciegas de un sistema que traduce imágenes grabadas por una videocámara a impulsos eléctricos sobre la lengua. A pesar de que al principio las personas ciegas no son capaces de interpretar esos impulsos, con algo de práctica son capaces de percibir su entorno hasta cierto punto. Se podría decir que han aprendido a ver con la lengua, un proceso conocido como sustitución sensorial. El neurocientífico Paul Bach-y-Rita fue un pionero en esa técnica.

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